Inviertes como un financiero o como un empresario
Quien haya dirigido una empresa sabe que las cuentas anuales ofrecen una visión limitada de su evolución real. Incluso para expertos del sector, anticipar el futuro de una compañía basándose solo en datos contables es complicado. Sin embargo, los inversores financieros suelen centrarse precisamente en estos estados, que son solo una radiografía de resultados pasados. Según su filosofía, aplican tres estilos clásicos: value, buscando múltiplos bajos que puedan expandirse; growth, apostando por crecimientos elevados; y calidad, priorizando rentabilidad sobre el capital (ROE). Su objetivo es determinar un valor intrínseco y actuar en consecuencia, comprando por debajo de él y vendiendo cuando el mercado se acerque a esa cifra.
El empresario, en cambio, no se obsesiona con valoraciones diarias. Su atención se centra en servir a sus clientes y conseguir los recursos necesarios para hacerlo, confiando en su propuesta de valor más que en cifras abstractas. Si no necesita capital, puede desconocer el valor de mercado de su negocio, aunque tenga la mejor información sobre su futuro. También aquí existen perfiles value (prudentes), growth (agresivos) y calidad (constructores de ventajas sostenibles).
En una categoría aparte están los inversores de banca privada, que tienden a guiarse por grandes etiquetas sectoriales. Pero estas clasificaciones son engañosas: dos negocios idénticos en ubicación y sector pueden tener resultados opuestos, independientemente de factores macroeconómicos. Lo determinante son la gestión, el posicionamiento y la propuesta de valor, no la etiqueta.
Tanto financieros como empresarios buscan multiplicar recursos, pero difieren en el punto de partida: unos parten de cifras históricas; otros, de las necesidades del cliente. En la práctica, todos combinamos ambos enfoques. La clave es dar menos peso a los datos pasados y más a cómo un negocio resuelve problemas reales. Analizar cada caso de forma individual, entendiendo su propuesta y ventajas competitivas, es lo que permite una inversión verdaderamente inteligente.
Los fondos de inversión tradicionales, en cambio, tienen costes más visibles y regulados, aunque no siempre bien entendidos. Las comisiones
Puedes leer el artículo completo en el blog Rumbo inversor de Juan Gómez Bada en El Confidencial.
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