La resticción de crédito y capital ya está aquí, y ha llegado para quedarse

Ha pasado un mes desde la quiebra de Silicon Valley Bank (SVB) y la venta forzosa de Credit Suisse a UBS. En este momento, los bancos continuan experimentando salidas de capital hacia otros productos financieros con mayor rentabilidad y la liquidez de las entidades se ha convertido en su talón de Aquiles y el objeto de vigilancia de los reguladores. Los directivos de las entidades financieras tienen que buscar alternativas para incrementarla.

El resultado directo es la reducción del flujo de crédito a empresas y particulares. Los bancos otorgan menos préstamos ya que son más selectivos y aplican condiciones más restrictivas con el objetivo de aumentar la liquidez de marras.

Paralelamente, los gestores de fondos de inversión —de renta fija y mixtos—, quienes en un entorno de tipos cercanos a cero invertían en emisiones high yield en búsqueda de algo de rentabilidad, han endurecido sus exigencias a la hora de invertir en emisiones que no sean investment grade, dejando las condiciones de financiación de empresas con ratings bajos o menos establecidas en una situación cercana a la precariedad.

Paradójicamente las empresas con mejores ratings, y por tanto mayor capacidad de endeudamiento, optan por no financiarse al verse incrementados los costes de dicha financiación. Algo similar ocurre con las hipotecas y los particulares.

Por su parte los venture capital elevan el coste de financiación de startups y empresas de alto crecimiento, utilizando instrumentos híbridos e introduciendo condicionantes que diluyen a los accionistas tras las emisiones de deuda (Equity Kicker).

La convergencia de estas decisiones, racionales, es que hay menos dinero disponible para proyectos empresariales. Esto limita las contrataciones, el crecimiento y la inversión.

En medio de esta situación nos encontramos con los bancos centrales, incapaces de aplicar la medicina habitual al tener la inflación lejos de estar controlada.

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